Anteriormente cuando el uso de sistemas
de televisión por cable no era aún muy común, con frecuencia solían transmitir secuelas
del Exorcista por el televisor; sin embargo, nunca transmitían la cinta original
quizá porque contenía imágenes perturbadoras y a pesar de que ambas secuelas dentro
de la trilogía inicial pueden considerarse como buenas películas, esos
diabólicos fans siempre han preferido la primera parte, tal vez sea porque les
agrada observar chavalas endemoniadas que maldicen a Jesucristo y además se
masturban con crucifijos o son capaces de girar la cabeza en ángulos de 360
grados. La segunda es interesante, su error es ser una pelí hasta cierto punto
bella para los estándares de "El Exorcista" y quizá un poco
surrealista al grado de no parecer una historia de horror. La tercera también
tiene lo suyo aunque tal vez sea demasiado detectivesca para lo que una maldita
cinta sobre poseídos necesita, a pesar de que esta no sólo fue escrita además
fue dirigida por el mismísimo William Peter Blatty, discípulo de Belcebú y
autor de la obra literaria.
Los acontecimientos alrededor
de dicha obra giran en torno al teniente Kinderman durante el año 1990 en la
poco soleada ciudad de Georgetown Washington, donde crímenes sanguinarios
ocurren todos los días aunque algunos se resuelvan y otros no. ¿Un dios
misericordioso crearía algo como la muerte? Existen enfermedades incurables,
niños con cáncer y asesinos monstruosos paseándose por el planeta, tal vez la
única solución sea el final de los tiempos. Una oleada de homicidios que tiene
a Kinderman particularmente intrigado ha acontecido, recientemente cierto joven
afroamericano fue despojado de su existencia pues un maldito asesino le metió clavos
en cada ojo y después le cortó la cabeza. A través del filme se hace referencia
al mítico gusto que el teniente aún conserva por el buen cine heredado desde la
versión original, entonces un bello día luego de una linda matiné discute sobre los desafortunados fallecimientos con cierto padrecito probablemente pedófilo quien más tarde moriría en manos de un extravagante
psicópata que fuera capaz de extraerle su sangre completamente y sin derramar
ninguna gota después la colocó en estúpidos frascos; además utilizó un poco para escribir
en la pared el título de la película "Qué bello es vivir", la cual
observó junto a Kinderman demonios. Todo un artista que en ocasiones hace cosas
especiales bastante creativas a sus víctimas, si el individuo es arrogante él
sujeta su inútil cabeza enseguida de haberla cercenado para que pueda vislumbrar su cuerpo mutilado segundos antes de perecer.
Esa aleatoriedad entre los distintos
homicidios hace recordar al fallecido asesino géminis, que ahora ha poseído el
cuerpo de Damien Karras quien fuera considerado difunto pues casi al terminar la
primera cinta cayó desde un segundo piso y posteriormente rodó por una escalera
muy larga hecha de concreto dejando demasiadas manchas de sangre; el padre Karras
expulsó ciertos seres del cuerpo de una niña en 1973 y a esos seres no les
gustó. Sólo es posible interactuar con el mundo por medio de los cuerpos así que
géminis tomó su cuerpo prestado, pues un amigo del más allá del cual no somos
dignos de mencionar su nombre insistió en ese pequeño detalle. Aunque el cuerpo
de Karras permanece recluido dentro de un instituto psiquiátrico el sensacional
y único maestro le ha enseñado como cometer esos horribles asesinatos, y de vez
en cuando él le lanza algunas migajas de su mesa como una recompensa; margaritas
a los cerdos.
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