Mi amado y yo estuvimos echados
bajo la sombra del sauce llorón, pero ahora sola yo estoy y lloro al lado del
árbol ¡Cantando, sauce llorón! Al lado del árbol que llora conmigo ¡Cantando, sauce llorón! Hasta que mi amado regrese a mi lado bajo la sombra del sauce llorón; versa una antigua canción que aquella inocente niña interpreta
antes de dar comienzo a la historia señalada para esta sublime ocasión.
La señorita Giddens es por
desgracia la más calificada para viajar hacia cierta casona tenebrosa rodeada
por una finca muy alejada de las grandes ciudades, y convertirse en la nueva institutriz
de los pequeños huérfanos Miles y Flora quienes perdieron a Mary Jessel su
anterior tutora cuando murió de súbito hace menos de un año maldita sea; ella ama
a los niños más que a cualquier otra cosa en el mundo y desea poder ayudarlos sin
jamás causarles daño alguno, a pesar de que el tal Miles suele ser bastante
problemático. Todo es muy bello al principio, pero enseguida dicha tranquilidad
será perturbada gracias a la presencia de algunas malditas apariciones que
rondan la propiedad; la criada parece conocer muchos secretos aunque tal vez le
cueste un poco hablar sobre ello. Luego la señorita Giddens entra en pánico
cuando comienza a sospechar que los cuerpos de aquellos inocentes niños son
poseídos por unos espíritus infernales, estos fantasmas pertenecen a Mary
Jessel la antigua institutriz y su difunto amante Quint fallecido durante la
noche más fría e incierta del invierno, quienes en vida tuvieron mucho apego
hacia los mocosos y ahora intentan expulsar a sus frágiles almas para continuar
con eso que la muerte les arrebató demonios. Posesiones representadas mediante
imágenes espeluznantes de una mujer parada inmóvil a la orilla del lago, o con la
silueta de un hombre flotando sobre la humanidad de aquel chaval; obviamente la
reacción en ambos infantes ante los intentos de protección es inquietante, e
inclusive uno muere luego de ser exorcizado diablos.
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